¿Dónde está mi libertad? Soy madre y me rindo a la verdad
Ser padres y educar no está reñido con la libertad. Mi experiencia me dice que si sabemos detectar cuál es el error que estamos cometiendo para sentirnos sin libertad, éste se puede corregir.
“MI LIBERTAD SE ACABA, DONDE EMPIEZA LA DE LOS DEMÁS” Jean Paul Sartre
Soy madre de dos adolescentes y he pasado por todas las etapas. He leído libros, escuchado charlas y también a las personas más sabias por las que estoy rodeada. Todos me han aportado algo. Pero yo quería ser la mejor madre de mis hijos. Y decidí educar como yo creía que tenía que hacerlo. Seguí mi intuición y con los conocimientos como hija que además era, empecé a caminar en un mundo del que nadie antes me contó lo difícil que podía llegar a ser.
Ahora que he tomado conciencia, miro hacia atrás como madre, y me permito decir que a tiempo pasado todos somos sabios.
Estoy en la fase en la que me toca ejercer de madre educadora de dos adolescentes y aun así mantengo cierta libertad con los límites que ello implica.
Todos los padres y madres cometemos errores. Rectificarlos y querer corregirlos puede y debe ser una opción. Y por otro lado podemos excusarnos de que no sabemos hacerlo mejor, asumiendo el papel de víctimas.
- ¿Con cuál de las dos opciones te identificas? Yo, con la primera, porque ya pasé por el papel de víctima y no fue bueno, ni para mis hijos ni para mí. Solo me reportó quebraderos de cabeza y mal humor. En cambio, reconocer para rectificar, me está haciendo ver que, aun no siendo perfecta, recibo amor, cariño y respeto en la unidad familiar. Este cambio contribuye a que pueda disfrutar de la libertad que necesito como madre, para seguir avanzando con ilusión.
Teniendo en cuenta que, como padres y madres, en muchas ocasiones renunciamos a nuestra libertad para atender a nuestros hijos o así lo sentimos, el concepto de libertad según las circunstancias que estamos viviendo puede llegar a tener diferentes significados. Entre ellos voy a definir algún ejemplo que yo he vivido y tal vez también tú:
- Está la libertad que disfrutamos en nuestra juventud, con cierta independencia económica y sin cargas materiales ni familiares. La libertad de decisión, hago lo que quiero y cuando quiero y no tengo que dar explicaciones. Conciencia tranquila.
- La libertad en pareja, en la que cada uno tiene su espacio en igualdad de condiciones y con respeto mutuo.
- Y entre otras también está la libertad en el núcleo familiar, cuando decidimos crear nuestra propia familia y nace nuestro primer hijo. Ya somos padres y madres que empezamos a tener cambios en la forma de pensar, de comportamiento, con hábitos nuevos. Reestructuramos nuestra nueva vida, sin olvidarnos de nosotros y teniendo presente la familia que hemos creado.
Puede que sea en esta última fase, en la que empieza el cambio para ser un modelo de padre o madre preconcebido entre la educación que hemos tenido y la que creemos que debemos tener para que nuestros hijos sean los mejores y para que sean felices. Es aquí donde olvidamos que nosotros, también somos personas con sentimientos y necesidades.
“Hazte cargo de ti, eres la única persona responsable de lo que te sucede”.
¿Cómo te sientes cuando tú, ya no eres el primero en tu lista de prioridades?
Trabajo, familia, hijos, hobby, estudios, casa, vida social y luego tú, una vida con mucho estrés, queriendo ser los mejores en el ámbito profesional, tener una familia modelo, dedicarle tiempo de calidad y tener vida social. Esto nos convierte en súper héroes. Aparece el estrés, que nos invade y se apodera de nosotros, pudiendo provocar sentimientos negativos como, por ejemplo, el fracaso, la frustración o el sentimiento de culpa. O aún peor, echando balones fuera, culpabilizando a los demás por nuestros errores.
Los límites no solo deben ser para nuestros hijos, también para nosotros.
- Los límites los debemos contemplar durante las diferentes etapas de nuestros hijos, de diferente manera, ya que por un lado, los bebés necesitan atención, los niños aprender dónde están esos límites y los adolescentes necesitan del razonamiento constantemente.
- No se puede poner límites a un adolescente, porque su reacción no va a ser la más oportuna, pero si se utiliza la razón en el momento que el adolescente está receptivo, con la madurez del adulto para exponer el razonamiento, el resultado será mucho más positivo. De esta manera les ayudaremos a desarrollar su madurez.
- Saber cuáles son nuestros límites, nos reportara una mejor comunicación hacia nuestros hijos.
Nunca es tarde, aunque nuestros hijos sean adolescentes, para poder poner límites, reglas, convenio, o como lo quieras llamar y todos sepamos cuál es nuestro espacio dentro de la familia. Y una de las maneras puede ser mediante los Valores, tanto individuales como compartidos.
En mi familia el valor número uno, es el Respeto:
- El respeto ha de ser un valor fundamental en la familia y en la vida en general. Si hay respeto, hay libertad. Ha de empezar desde la niñez. Pero si no es así, no es tarde para empezar a estructurar los valores en la familia. Y se empieza tomando conciencia.
- Como padres, ¿respetamos lo suficiente a nuestros hijos, como para que ellos nos respeten a nosotros?
- Somos ejemplo y espejo del comportamiento de nuestros hijos.
- Es importante observarse a uno mismo, ver la actitud que tienen nuestros hijos ante circunstancias determinadas, y las reacciones o comportamientos que vemos en ellos.
- No hay un manual de educación, por tanto, una educación efectiva es la que da resultados a nivel individual. Cada uno de nosotros actuamos de diferente manera con nuestros hijos.
Los valores que se generan en la familia ayudarán a la contribución de la educación personalizada que necesita cada uno de nuestros hijos y ésta sea única y exclusiva para cada uno.
Los valores generan responsabilidad. Esto implica compromiso. Y eso a nuestros hijos les cuesta entender, debido al esfuerzo que requiere mantenerlos.
Debemos saber que en la familia ha de haber dos tipos de valores. Los valores individuales y los valores compartidos. Los valores individuales ayudarán a entender y a respetar al otro, de una manera más consciente. Y los valores compartidos nos ayudarán a saber cuáles son los límites y las recompensas que obtiene la familia en conjunto.
¿Cómo se transmiten los valores? Con el ejemplo. Algunos son generacionales y se van adquiriendo en la familia. Otros, a través de las relaciones sociales, estudios, trabajo, etc. Cargar a nuestros hijos de valores les ayudarán en momentos determinados a recurrir a ellos para que, a la hora de tomar decisiones, éstas sean las más adecuadas. Y contribuirán a forjar su personalidad y madurez.
Es importante tener en cuenta a nuestros hijos en la familia, que sepan que ellos también son parte interesada y fundamental. Que participen y sean escuchados en la toma de decisiones para que ellos se sientan reconocidos y valorados.
¿Qué valores tienes como padre o madre y qué resultados estás obteniendo? Analízalos. El afecto es uno de los resultados. El amor y el cariño que les damos a nuestros hijos es incondicional, y en la mayoría de las veces no es recíproco. Otro es el reconocimiento en la familia, en ocasiones no nos sentimos lo suficientemente reconocidos por ellos y eso también nos hace sentir mal. Ellos saben cuál es nuestro punto débil y saben cómo actuar utilizando el chantaje emocional.
También tiene resultados muy positivos el saber valorarnos como padres y utilizar la asertividad, saber poner límites para que nuestros hijos nos admiren, respeten y entiendan la responsabilidad y el rol que tenemos en la familia.
A medida que se van haciendo adultos sus conciencias van abriendo espacios nuevos que pueden ser dirigidos hacia la independencia o a la dependencia.
- La independencia les ayuda a madurar más rápidamente, a ser resolutivos y a ser responsables de sus actuaciones.
- La dependencia hace que nuestros hijos no sepan tomar decisiones por sí mismos, a tener una baja autoestima y a la falta de confianza.
Lo primero que debemos saber los padres que tenemos hijos adolescentes, es que ya no son niños. Que la adolescencia requiere de un grado de responsabilidad, de compromiso y que han de comenzar a desarrollar su propia personalidad y madurez.
Los adolescentes necesitan que sus padres les quieran y les respeten cuando ellos mismos ni siquiera pueden aún hacerlo.
El libro” Educar con filosofía” de Carlos Goñi Zubieta, marca un decálogo muy interesante y que comparto, donde muestra unas máximas que tiene que tener la educación. Mientras leía el libro, vi reflejada la educación que recibí de mis padres, en la época que me tocó ser adolescente, por eso y porque es la educación que doy a mis hijos, corroboro que da resultados.
Comparto y destaco algunas de ellas:
1.- Un ejemplo vale más que mil palabras.
2.-Los hijos nos necesitan para llegar a no necesitarnos.
3.-Todos los padres quieren a sus hijos, pero no todos saben hacerlo.
4.-El mayor enemigo de la educación es la prisa.
5.-Nos tenemos que adecuar a las circunstancias y al nivel de cada hijo.
6.-Lo más importante de la educación de nuestros hijos, es la educación de los padres.
…
Y así podría seguir citando unas cuantas más…
MARIA ZAMBRANO decía, “El ser humano ha de nacer dos veces. Empieza con el nacimiento biológico y posteriormente en un renacer, para descubrir la persona que hemos venido a Ser. Y esto se consigue desde la educación y la cultura.
La verdad absoluta no existe. Y la educación ha de ser individualizada para cada uno de nuestros hijos. Nosotros como padres debemos comprometernos a encontrarla de la mano de ellos. Juntos lo podemos conseguir. Tal vez lo debamos ver como una aventura, donde sujetarnos mutuamente hará que no decaigamos ninguno, para conseguir que ellos encuentren su propio camino, de la misma manera que nosotros lo hicimos.
Hay algo que no debemos olvidar, nosotros también fuimos bebés, niños y adolescentes. Ahora podemos intuir cómo se sentían nuestros padres cuando éramos hijos. Mejorémoslo. Ahora nos toca a nosotros ser los padres que quisimos ser, alguna vez.
NOTA: Agradezco principalmente a mis padres, Isabel y Pedro, por enseñarme y ayudarme de una manera tan afectuosa y bonita. De igual forma trato de hacerlo con mis hijos. A Carlos Goñi Zabala por su libro citado anteriormente, por aportar esta información cargada de tanta verdad y llena de conocimientos para que llegue a las personas que quieran y estén comprometidas en la educación de sus hijos, para que se hagan mejores personas. Ya que dejaremos nuestro futuro en sus manos.
Carol González
Madre
Coach
0 comentarios